Expresiones UDLAP

Malí y Azawad, entre el yihadismo y el narcotráfico

Por: Dra. Claudia Barona Castañeda

Profesora de tiempo completo del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Politica de la UDLAP

 claudia.barona@udlap.mx

25-textura-webAl norte de Mali se le conoce también como Azawad, un extenso territorio que se encuentra entre el Sáhara y la región del Sahel (esta última separa al desierto de la sabana africana). Su población es de aproximadamente 1.584.000 habitantes, los cuales se organizan en dos grandes grupos étnicos, los «azawadíes blancos o claros»: tuareg y moros; y, los «azawadíes negros»: peuls, shongais o fulanis. Sin embargo, la etnia que ha dado históricamente identidad al territorio son los Tuareg, un pueblo nómada y musulmán que también tiene presencia en cuatro países de la zona.

La inestabilidad del Sahel se recrudeció desde la década de los 90 con la llegada de grupos islamistas como MUJAO (de origen argelino) o Alqaeda del Magreb Islámico. Los peuls y Tuareg, estos últimos de tendencia más liberal, se unieron paulatinamente a las organizaciones ante las paupérrimas condiciones de vida en la zona. La situación se agudizó en 2013, con el golpe de estado y la declaratoria de independencia de la región de Azawad, con la posterior intromisión de fuerzas híbridas, coordinadas por Francia. Sin embargo, los resultados de la Operación Serval y la fuerza de apoyo AFISMA, ya transformada en MINUSMA5, resultan difíciles de evaluar aunque el gobierno considera estabilizada la zona.

Una estabilidad aparente, ya que la amenaza en la región del Sahel no sólo es el terrorismo islamista, sino también el crimen organizado y el tráfico de drogas, donde la implicación de las estructuras terroristas dificulta una lucha eficaz de los países del Magreb, de Europa y Estados Unidos. El Sahel se ha convertido en un problema de seguridad ya que los yihadistas continúan con sus operaciones y su implicación en un gran negocio que no sólo se circunscribe al territorio maliense, sino también al sur de Libia, actualmente convertido en un nuevo santuario de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

La transformación de la «causa» yihadista, de una lucha contra los regímenes impíos, a la preservación del mercado de la droga, plantea varios cuestionamientos que dan como resultado el reforzamiento del islamismo frente a Occidente. Un proyecto que va en colaboración directa con la mafia internacional, cuyo punto de partida se sitúa en América Latina y con la anuencia de algunos poderes públicos africanos.

Los jóvenes reclutados constituyen el grueso de una organización que, con un discurso más nacionalista y anticolonial que religioso, han concentrado un coto de poder. A la defensa de Dar al-islam, se suma otra de carácter económico, aprovechando la crisis que vive la zona. En los últimos diez años, la organización engrosó en sus filas más de dos mil jóvenes para los que la yihad genera empleo y representa la supervivencia de los ciudadanos de la región.

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