Zurciendo cuentos en AD/OPTA & ADAPTA

Las esculturas en tela de Miriam Medrez inspiraron durante la cuarta convocatoria de AD/OPTA & ADAPTA obras plásticas, piezas escénicas o performáticas pero también obras escritas. Ya hace unos días publicamos el ensayo de Sharon Gutiérrez por lo que hoy toca el turno a Enrique Tabaoda Pérez, De cómo una mujer desnuda se iba vistiendo de espacio.

Enrique es profesor de carrera. Originario de Nanacamilpa, Tlaxcala, actualmente reside en la ciudad de Puebla. Su relato está inspirado en la instalación «Zurciendo» y su contenido es responsabilidad única de su autor. Para cualquier comentario o pregunta, el correo de Enrique es kikin_1235@hotmail.com

Amigas, familiares y conocidas de Medrez que dan vida a esta instalación.
Amigas, familiares y conocidas de Medrez que dan vida a esta instalación.

De cómo una mujer desnuda se iba vistiendo de espacio.

Era una mujer desnuda de cuerpo pero más que desnuda del cuerpo estaba desnuda del alma. En las noches entre café, cigarro y ausencia se dejaba desvestir cual tela al viento. ¿Quién la desnudaba? ¿Quién era esa persona que la dejaba desnuda? Una veces la encontré tirada en el suelo, su silueta se formaba como la sombra del asesinado, tan silenciosa, tan parte de la tierra, mas no de esa que está dura e infértil, al contrario, más bien de la otra tierra, de esa que puedes tomar una semilla y sembrar y esperar a que dé fruto

La mujer desnuda tiene frio, ¿cómo llenará ese espacio desnudo? Comienza a zurcir un vestido, sus manos cambian con el tiempo, algunas veces las veo arrugadas, llenas de experiencia, llenas de miles de vidas sobre éstas. Otras las veo jóvenes, lisas, conservan el aroma de la inocencia, el aroma al amor juvenil que florece después de una derrota. Otras las veo huesudas, llenas de muerte y miseria, toman una aguja, ensartan un hilo blanco, con delicadeza unen restos de tela de otros tiempos y otras edades.

Comienza a tararear una canción que no se escucha con claridad, parece subir de volumen pero a nadie le importa, todo el mundo anda ocupado con todas las cosas por hacer, no tienen tiempo de ver cómo la mujer que los ha parido se viste; un remolino de tela se acerca a la desnuda, pasa sobre ella, la toma entre sus vientos de prendas, danzan en el aire, ella se deja ser, se deja tocar, es como una hoja que se pierde en el espacio, desnuda.

El remolino pasa y deja a la mujer más desnuda. Ya no llora, ella comprende que su voz no se oye, que sus lágrimas son solo ríos que secan, que sus huellas se borran como en la arena. Ella cierra los ojos, no quiere ver al mundo, no quiere ver el sol de la mañana, ni el atardecer entre sus piernas. Ella no quiere ver las estrellas, no quiere sentir la luna en su piel, esa blancura fría que invade su ser.

Se recuesta al lado del camino, respira hondo, su cuerpo desnudo se cubre de un manto negro, se despide del mundo que la rodea, ahora todo ya no parece tan vacío, ahora ya no le parece estar tan desnuda. Su cuerpo se recuesta en la tierra, mirada arriba para despedirse; toma el azul del cielo, se cobija con él, cierra los ojos, ya no los vuelve abrir. Ella duerme vestida con versos de poetas que la recuerdan, de esos que escuchan su voz. Los que tienen suerte escuchan su oración entre sueños.

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