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El hilo de la vida y la sexualidad humana

Como parte de la pasada edición de la Octava Convocatoria AD/OPTA & ADAPTA, que tomó como referencia seis obras de la exposición El hilo de la vida. Bordados 1994-2015, de Carlos Arias, el egresado UDLAP de Ciencias de la Comunicación, Carlos F. Baca Feldman, compartió con todo el público de Capilla del Arte su visión sobre la obra Didáctica conformada por nueve pañuelos bordados con distintos fragmentos de textos de Foucault y de otros autores alrededor de la sexualidad humana.

Montado dentro de la Muestra de Trabajos AD/OPTA & ADAPTA Octava Edición, del 29 de agosto al 6 de septiembre pasado, el texto fue intervenido por el público tal y como al final proponía el propio Mtro. Baca Feldman (Sociología BUAP), con correcciones, opiniones y preguntas sobre los argumentos presentados.

Para que ustedes puedan generar diferentes tipos de interacción con este texto, a continuación lo compartimos íntegro, tal como fue mostrado hasta hace unos días en la galería de Capilla del Arte UDLAP (2 Norte 6, Centro de Puebla).

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La sexualidad como disciplina conceptual

Por: Carlos F. Baca Feldman

Si pensamos el conjunto de la obra de Carlos Arias, El hilo de la vida. Bordados 1994-2015, encontramos un esfuerzo constante por tratar de desplegar los conceptos y sus representaciones hacia un mecanismo que nos permita comprender todo aquello que se encuentra negado en ellos. La sexualidad es uno de los elementos que nos salta a primera vista cuando observamos su trabajo, una sexualidad desbordada que nos permite mirarnos a nosotros mismos en la condición de ocultamiento de nuestra propia realización como seres sexuales. Sin embargo, no sólo ahí podemos encontrar esta develación, los mismos bordados y los materiales con los que trabaja contienen en sí mismos una historia que es trastocada para mostrarnos aquello que cubren, todo ello envuelto en una relación que intenta hacernos explícitos a los sujetos que no podemos mirar a primera vista en los objetos.

El caso específico de la obra Didáctica no es la excepción y es mediante la representación de las definiciones de la sexualidad como conceptos cerrados, mediante el bordado de nueve pañuelos, que vuelve a esa mirada global de su exposición. El eje de la obra toma como referente a Michael Foucault y por ello en este breve texto deseo centrarme en la discusión de las ideas de este autor para tratar de centrar las miradas en las formas de dominación que se esconden detrás del cercamiento conceptual de la sexualidad.

Para Michel Foucault, las relaciones sociales se encuentran enmarcadas en espacios de dominación y poder que se expresan en la vida cotidiana y en lo más profundo de las acciones individuales. Por ello resulta importante estudiar a la sociedad desde la dimensión biopolítica y su corporización en los seres humanos.

Desde su punto de vista, la historia debe ser comprendida por aquello que esconde debajo de la linealidad de lo aparente. Debemos de ir más allá de lo que la historia tradicional nos señala pues, “Hace ya mucho tiempo que los historiadores localizan, describen y analizan estructuras, sin haberse preguntado jamás si no dejaban escapar la viva, la frágil, la estremecida ‘historia’” (1991: 19). Tomando en cuenta los conceptos de procedencia y emergencia en Nietzsche, en su texto Microfísica del poder (1979) observa que no existe una historia homogénea y lineal, sino que dentro de esos fenómenos se encuentra la lucha que los constituye. Por ello, resulta importante rastrear los orígenes de las formas de poder y la dominación para ver los procesos sociales que han constituido los objetos.

Según Foucault, la genealogía, propuesta por Nietzsche, nos permite entender la historia como campo de batalla, más allá del mito de que “algo” tenía que ser porque es parte del camino marcado por la historia. Se trata de ir más allá de la noción común, en la que como el autor nos dice, “se desea creer que en sus comienzos las cosas estaban en su perfección; que salieron rutilantes de las manos del creador, o de la luz sin sombra del primer amanecer” (Foucault, 1979: 10). Para ello utiliza la parodia en el carnaval de la historia para desenmascarar las relaciones sociales que la forjaron; disociar la identidad y sus bases construidas bajo la estructura del poder; y volver a encontrar todo lo existente debajo de la apariencia de un sujeto del conocimiento neutral y despojado de toda pasión.

De esta manera, la propuesta de Foucault para entender los procesos sociales que se dan en la historia resulta necesario utilizar el método del arqueólogo. Como él mismo lo menciona, llega a este método después de haberlo ejercido en sus diferentes trabajos como la Historia de la sexualidad, Historia de la locura, El nacimiento de la clínica y Las palabras y las cosas. La arqueología del saber trata de desenmarañar todo lo invisible que se encuentra detrás de las cosas que parecen como “dadas”. Así, Foucault al estudiar la clínica, la locura o la sexualidad pretende desenmascarar las luchas que fueron constituyendo estos elementos en la vida social y que determinan formas de poder. Pero el trabajo de Foucault no sólo se centra en ver al objeto fuera del sujeto. Para él resulta indispensable observar cómo estas formas de poder en escala macro se reflejan en los cuerpos y el lenguaje, tanto el uno como el otro contienen la lucha y la dominación (Foucault, 1991). De ahí la importancia de hacer una sociología que se centre en la biopolítica y la microfísica del poder.

En el ámbito del lenguaje, para Foucault resulta indispensable desconfiar de la unidad del discurso, pues en esta aparente homogeneización de las ideas se esconden las relaciones sociales y sus discontinuidades (Foucault, 1991). Así, el hablar de sexualidad en un determinado discurso puede contener ya las relaciones capitalistas que éste incluye como la venta del cuerpo mismo, el impulso a la explotación disfrazada en “libertad sexual”, etc. Al mismo tiempo, el ejercicio de nuestra sexualidad contiene la posibilidad de redención de aquello que ha sido invisibilizado por el mercado.

La palabra y su relación con la cosa es el mecanismo por el cual expresamos la relación con los otros seres humanos y con la naturaleza. Así como lo hace Carlos Arias en Didáctica y yo mismo en este ensayo. Pero esa expresión, no sólo es la palabra aislada y neutral quien la constituye sino las relaciones sociales que la enmarcan y la conforman. Por ello para Foucault es importante explicar de qué forma las palabras constituyen a las cosas, para una vez viendo las relaciones que las enmarcan poder acercarse al fenómeno. Foucault, en Las palabras y las cosas (1968), nos explica la manera en que la palabra también hace vivir a la cosa, sólo vive en el momento de ser nombrada. Pero ese orden y clasificación que conlleva el lenguaje se refiere no sólo a lo mismo sino a lo “otro”. Por lo tanto, el lenguaje también está expresando la condición de lo que debe pertenecer y no al mundo. Los seres humanos también se clasifican y, en última instancia, esas gavetas son las que le dan un lugar dentro de la sociedad. La sexualidad no se escapa a esta clasificación.

En este orden de ideas, debemos desenmascarar los conceptos para ver dentro de ellos las posibilidades que han sido subsumidas bajo el espacio del poder. De la misma manera, se trata de buscar la esencia de los conceptos tal como lo hace el arqueólogo cuando busca lo que puede estar invisibilizado en las ruinas de la historia. Este método nos permitirá ver la doble dimensión que se contiene en el lenguaje pues, “En un mismo signo se pueden reconocer tanto el síntoma de una enfermedad como el germen de una flor maravillosa, ambos surgen al mismo tiempo, y enseguida tendrán que separarse” (Foucault, 1979: 22).

El cuerpo es el contenedor de estas dimensiones que conllevan la dominación y las posibilidades de lucha. A través del cuerpo las relaciones de dominación toman forma y se expresan en un nivel físico y espiritual. Foucault, en su texto Vigilar y castigar (2002) explica la ejecución de la disciplina como una “anatomía política” en la que lo importante es la “microfísica” del poder que se ve reflejada directamente en la singularidad de las acciones de cada individuo. Utiliza los ejemplos de la escuela, el hospital, el ejército y la fábrica para sostener sus ideas. A lo largo de su texto se llega a la conclusión de que existen cuatro tipos o características de individualidad que permiten el control de los cuerpos de las personas: 1) la distribución espacial a la que llama celular, y en la que los individuos se verán sometidos a minuciosas adjudicaciones en el espacio que permiten la vigilancia y la asignación de funciones a cada sujeto; 2) orgánica, en la que se dividen las funciones y se genera una suerte de división social que se refleja en la jerarquización de la vida; 3) genética, en donde se emplea el uso del tiempo en provecho del aparato económico-social, transformando esta característica en algo cada vez más específico, controlando primero los días y hasta llegar a los segundos; y 4) orgánica, en la que todos los elementos antes mencionados se unen y estructuran para que el trabajo de cada individuo se refleje en un trabajo colectivo y social, para que todo el sistema funcione de forma correcta. Para ello, la disciplina utiliza cuatro grandes técnicas: “construye cuadros, prescribe maniobras, impone ejercicios; en fin, para garantizar la combinación de fuerzas, dispone ‘tácticas’” (Foucault, 2002: 172).

En general, lo que muestra es la imposición de ciertas acciones individuales, a través del sometimiento del cuerpo y la mente, que producen una combinación de fuerzas que se reflejan en el funcionamiento de una sociedad, quitando y otorgando, al mismo tiempo, libertades en lo individual y lo colectivo. En sus palabras: “A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las ‘disciplinas’” (Foucault, 2002: 141).

Por último, el pensamiento de Foucault nos permite ir inclusive a la parte más compleja e íntima de nuestra expresión personal: los sueños. Los sueños también son lugares de expresión del capital y sus formas de vigilancia y castigo. En ese sentido, el imaginario no es un problema individual sino expresión de lo social. Así, cuando soñamos con la realización plena de nuestra sexualidad observamos que nuestros imaginarios están enmarcados dentro de las relaciones sociales capitalistas, ya sea para expresar un deseo de configurarse dentro de ellas y, al mismo tiempo, el deseo contenido en la imaginación que expresa la necesidad de pensar nuevas formas de interacción con los otros.

En conclusión, el espacio del poder que pretende describir y desnudar Foucault se encuentra en todas las relaciones sociales. La historia no debe ser vista como un conglomerado de acontecimientos, sino como un espacio de lucha constante, habrá que tomar en cuenta el método del arqueólogo si queremos descubrir lo que se nos expresa en el objeto. Las relaciones de poder toman forma en el cuerpo y el lenguaje, ahí estas configuraciones en lo macro expresan la dominación en lo más íntimo de los seres humanos. Para poder encontrar el sentido de ruptura de lo ya “dado” y crear un nuevo tipo de comunicación habrá que remontarse a lo más profundo de la historia, mediante el cuerpo y el lenguaje, sólo así podremos romper el círculo que se encuentra subsumido en el espacio del poder.

Fuentes de referencia:

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. Madrid: Edissa.

Foucault, M. (1991). La arqueología del saber. México: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Foucault, M. (2008). Historia de la sexualidad 1: la voluntad del saber. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

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