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¿Lograr amar la matemática? Aplicación de la matemática a la vida cotidiana

 

Por: Dr. Andrés Ramos Ramírez, andres.ramos@udlap.mx

Decano de la Escuela de Ciencias

Dr Andres Ramos Decano Escuela de Ciencias UDLAPUna de las grandes preocupaciones en los procesos educativos es poder encontrar los medios y los recursos para lograr la deseada transformación del individuo que le permita ser crítico y creativo. Para ello es necesario que comprendamos los fenómenos que lo rodean y lo ayuden a dar el paso trascendental que lo lleve a su simbolización, que es el medio universal de la transmisión del conocimiento.

En la educación tradicional, por ejemplo, las estructuras algebraicas de la matemática se explicarían de la siguiente forma: “En el álgebra abstracta existen ciertos sistemas básicos que en la historia y en el desarrollo de la matemática han alcanzado una importancia extraordinaria. Estos son en general conjuntos con cuyos elementos podemos operar algebraicamente, por lo que entendemos que al combinar dos elementos de un conjunto, se obtiene un tercer elemento del mismo conjunto y, además, que estas operaciones están sujetas a ciertas reglas que se indican explícitamente; mismas que son llamadas axiomas o postulados definitorios del sistema”.

Un estudio de la matemática que inicie con una abstracción como la anterior, nos genera, de entrada, un rechazo y, por lo tanto, poco interés. Pero la matemática es parte de nuestra cotidianidad y, si la entendemos así, es fácil llegar a amarla. A continuación, un ejemplo de cómo se puede identificar su presencia en cada una de las etapas de nuestra vida.

En la niñez: en los rompecabezas, ordenar y clasificar objetos, los días de la semana, las formas de la mesa de juego o de estudio, la guardería, etc.

En la adolescencia: en Facebook, cajeros automáticos, Internet, etc.

En la juventud: en la música, la pintura, el ajedrez, etc.

En la madurez: en los seguros de vida, las afores, el plan de pensiones, etc.

A veces no vemos la familiaridad de la ciencia matemática porque, a medida que crecemos, dejamos de preguntar sobre las relaciones y fenómenos que no entendemos del todo: nos da vergüenza inquirir, confesar nuestra ignorancia. Sin embargo, el que pregunta llega lejos, se entera, adquiere interactivamente el conocimiento y lo integra en su propia estructura mental. El que no entiende se queda a medias. El esfuerzo para preguntarse y preguntar genera una actitud inquisitiva, que es la base de todo progreso en el conocimiento. Es pues, el gran reto de nuestras instituciones educativas, trabajar por volvernos una sociedad crítica, creativa y participativa que no tenga miedo a preguntar, cuestionarse y darse cuenta de que la matemática, como otras ciencias, no le es ajena, sino parte muy natural de su vida diaria.

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