El espacio público urbano como germen de resiliencia
Dra. Astrid Helena Petzold Rodríguez
Coordinadora académica de la Licenciatura en Arquitectura
astrid.petzold@udlap.mx
El deterioro físico del espacio urbano de las ciudades no sólo conlleva a un deterioro de la calidad de la vida de la gente, también transmite una idea de desinterés y despreocupación que va rompiendo los códigos de convivencia, como de ausencia de ley, normas y reglas: vale todo. La famosa teoría de las ventanas rotas.
Al existir una ausencia de personas en el espacio urbano, ocurre un vaciamiento de la vida pública y «… se crea la necesidad […] de una mayor demanda de seguridad que, […] se va concretando en edificios y barrios sellados herméticamente donde se detestan las multitudes, se renuncia a la calle y se impone la disciplina a la espontaneidad» (Cortés, 2010, p. 87).
Se debe reflexionar sobre la ciudad como un ente cambiante. Encontrar en cada hecho arquitectónico una respuesta que contribuya a construir el mapa de la ciudad actual y no continuar formando uno, producto de la suma de acontecimientos aislados.
En este sentido, la construcción de espacialidad pública en las ciudades es la base para el desarrollo de ciudades y sociedades resilientes, al ser posible la identificación con el otro y con los valores compartidos en la vida pública y urbana de la ciudad. Es así como, «… el contacto con el otro, con los otros, permite captar la diversidad de culturas y, con ello, la capacidad de reconocernos a nosotros mismos» (Ontiveros, 2010, p. 396).
La historia personal de cada uno se construye en el espacio de la ciudad. De ahí que, en el diseño del espacio público se deba considerar la naturaleza de los vínculos que posee con la ciudad, al tiempo, que promueva procesos de socialización e inclusión y la anulación de cualquier límite tangible o intangible que cause la exclusión de grupos sociales de este espacio.
Jane Jacobs decía que «el camino que conduce a dilucidar […] el comportamiento de las ciudades […] comienza, observando atentamente, con las mínimas expectativas posibles, las escenas más cotidianas, los acontecimientos más corrientes, e intentando ver qué significan y si entre ellos afloran las hebras de un principio» (Jacobs, 2011, p. 40).
En este sentido, la arquitectura y el urbanismo deben ir más allá de reconocer las condiciones climáticas, naturales o la historia del lugar, y considerar aún más las formas de ser de una colectividad pues de ella entendemos deben ser reflejo.
Referencias bibliográficas
Cortés, J. M. (2010). La ciudad cautiva. Control y vigilancia en el espacio urbano. Madrid: Ediciones Akal.
Ontiveros, T. (2010). «¿La calle es de todos? Una lectura de los espacios públicos desde la antropología». En Hernández, T. (comp.) Ciudad, espacio público y cultura urbana (p. 396). Caracas: Fundación para la cultura urbana.
Jacobs, J. (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades. Salamanca: Capitán Swing Libros.