La evolución de la infraestructura financiera rumbo al centenario del Banco de México
Dr. Israel Cedillo Lazcano
Profesor de tiempo completo del Departamento de Derecho
El pasado 1 de septiembre, el Banco de México celebró su aniversario número 95, enfrentando dos escenarios complicados: la crisis por el COVID-19 y la difusión de las FinTech en el marco de un sistema con escasa penetración bancaria. Para las FinTech mexicanas, la referida crisis está probando ser una oportunidad para demostrar que pueden proveer la infraestructura e incluso la liquidez para las finanzas de la cuarta revolución industrial. Lo anterior ha llevado a diversos entusiastas de innovaciones como Bitcoin, Machine Learning (ML) y Finanzas Descentralizadas (DeFi) a argumentar que dichas innovaciones han llegado para tomar el lugar de nuestros bancos centrales y de la lex monetae para depender de una crypto lex mercatoria basada en cajas negras algorítmicas. Desde un primer punto de vista suena como algo revolucionario, sin embargo, lo anterior es un patrón común en la historia financiera del mundo.
El dinero y la infraestructura que se necesita para explotar los efectos de redes que hacen posible su difusión y aceptación erga omnes en el marco de una comunidad, no son elementos estáticos. La velocidad de evolución varía, pero los cambios se materializan en ciclos de innovación y regulación. Por ejemplo, jueces como lord Holt y lord Mansfield se enfrentaron al surgimiento de diversos instrumentos de crédito y a la consolidación de los billetes bancarios para dejar asentadas decisiones que fueron incorporadas en instrumentos como la Bills of Exchange Act 1882 del Reino Unido e incluso en nuestra Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito. El dinero electrónico fue percibido por instituciones como el Banco Central Europeo como una amenaza a la lex monetae en los noventa, sin embargo, gradualmente pasó a integrar parte de las redes de convenios y marcos infraestructurales como SPEI que nos permiten hacer pagos alrededor del mundo en tiempo real. Lo mismo sucederá con muchas de estas innovaciones, en particular a través del rol de Banxico en el marco de nuestra Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera. Ciertamente, el nombre del juego es FinTech, pero no anticipo ver a un gobernador de banco central artificial siguiendo los pasos del Stephen Byerley de Asimov, aunque estamos atestiguando el desarrollo de «criptoactivos» muy diferentes a Bitcoin en diseño y operación que permiten incorporar una res monetaria que los llevará gradualmente a ser reconocidos en el sistema financiero regulado.
Grandes jugadores como la Ethereum Foundation, R3, Token, Ripple, entre otros, reconocen lo anterior y no están buscando crear la moneta imaginaria de alcance global que describía Scaruffi. Saben que el futuro no está en el acceso público a la cartera del banco central, sino en formar parte de las cadenas globales de valor que proveen la infraestructura de nuestros sistemas de pago. Consecuentemente, podemos colegir que el banco central tiene la oportunidad de influir en el diseño de la infraestructura y la tolerancia/prohibición de instrumentos monetarios de liquidez interna en determinados contextos. Se dice que la crisis del COVID-19 replica experiencias que sólo se viven una vez por generación. Lo mismo aplica a la explosión cámbrica del ecosistema FinTech, la cual no representa una amenaza para Banxico. Al contrario, ofrece una oportunidad para que el Banco de México llegue a su primer centenario proyectando la infraestructura que unas FinTech saludables y bien reguladas le puedan proveer.