La duodécima Bienal de la Habana: entre la idea y la experiencia
Mtra. Guadalupe Ordaz Caballero
Profesora de Historia del Arte en el Departamento de Literatura, Humanidades e Historia del Arte UDLAP.
De 22 de mayo al 22 de junio se celebró en La Habana, Cuba, uno de los encuentros del arte y la cultura más importantes del y para el país; no es que consideremos que otros eventos igualmente artísticos sean menos relevantes que éste, sino que el carácter sui géneris de la Bienal es lo que convierte a estas citas bianuales en algo único.
Este año además es especial, se cumplen treinta años de su primera edición y sus organizadores seguramente después de un recorrido por las ideas y experiencias que fueron marcando las once precedentes, han querido que en esta duodécima la propuesta curatorial esté referida a “redimensionar estrategias de trabajo atomizadas en encuentros anteriores”; explorar otros caminos que impliquen más aún a la ciudad y su gente como agentes activos; favorecer la inserción de las propuestas en los micro-espacios de socialización y propiciar las intersecciones de las diversas manifestaciones artísticas.
A los artistas invitados se les había planteado que los proyectos que se realizaran en La Habana deberían incidir en sus moradores bien sea porque estos participaran en su concepción y realización, o porque las obras se presentaran como “laboratorio social vivo”. Precisamente sobre estas premisas transita la mayor parte de los proyectos, obras e intervenciones que han poblado la ciudad.
El arribo desde diversas partes del mundo de las obras, los artistas, críticos, coleccionistas y a su vez los trabajos de preparación, embellecimiento y montaje que comenzaron a realizarse meses antes, fueron dándole un vuelco a la cotidianidad citadina y convirtiendo a la ciudad en un gran centro expositor: calles, paseos, estacionamientos, universidades, centros de estudios e investigación y, por supuesto, galerías y museos se transformaban en exponentes de la universalidad del arte y la cultura. No hay un núcleo central de exposición, la ciudad toda lo es.
La transdisciplinariedad ha permitido disfrutar de diversas experiencias –nada tradicionales- en el campo de las artes visuales, el diseño, la arquitectura, las nuevas tecnologías, la ciencia, la danza, el arte sonoro, etc., a veces en sorprendentes imbricaciones de acciones y saberes; asimismo se ha podido participar en talleres y encuentros teóricos en los que las últimas tendencias artísticas, los fenómenos de la comunicación, las nuevas formas de sociabilidad, de interconexión, y/o los nuevos desafíos de la cultura y el arte, encienden la polémica y la reflexión.
The smell of a stranger. Peter de Cupere (Bélgica)
Entre las múltiples actividades de la Bienal cabe mencionar una de las más importantes realizadas en el espacio académico: la entrega por la Universidad de las Artes (ISA) del grado Doctor Honoris Causa a los artistas Daniel Buren (Francia), Joseph Kosuth (EE.UU), Michelangelo Pistoletto (Italia) y Gabriel Orozco (México) por su contribución durante varios años al crecimiento y enriquecimiento cualitativo de la academia en esa institución docente.
Honoris Causa para cuatro maestros del arte contemporáneo.
Mucho nos quedaría por reseñar de esta Duodécima Bienal, de los artistas, de las obras, de sus talleres, de la diversidad de países participantes, las presentaciones musicales, performances y de toda esa riqueza creativa y multicultural que en estos días pueblan los espacios de mi entrañable ciudad. Por ahora solo me queda invitarlos a que no se pierdan la próxima edición, seguro que sus propuestas nos llevarán una vez más por el infinito camino entre la idea y la experiencia que tenemos del arte.
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