Trump y el populismo
Dr. Víctor Reynoso Angulo
Profesor de tiempo completo del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política UDLAP
victor.reynoso@udlap.mx
El populismo ha sido definido por tres características, tres ideas: la distinción tajante entre «ellos» y «nosotros»; la representación del «nosotros» en un líder; y el rechazo a las mediaciones (instituciones políticas) entre el líder y el pueblo, el nosotros. Aunque bien podríamos añadir una cuarta: la falta de claridad entre los fines propuestos y los medios con los que se realizarán. El líder «sabe cómo hacerlo», no hay necesidad de que plantee políticas concretas para realizar sus objetivos.
La candidatura de Trump polarizó a la sociedad norteamericana. La distinción entre el «ellos» y el «nosotros» que se expresó en su campaña, resultó ser no tan nítida como la populista clásica (la «oligarquía» y el «pueblo»), o la nazi (los judíos y otros grupos frente a la «raza aria»), o la mexicana más reciente (la «mafia en el poder» y la «gente»). Aunque sí es claro que su discurso diluyó las complejas diferencias de la sociedad norteamericana para dejar por un lado a los supremacistas blancos y del otro a las minorías de ese país.
El liderazgo es asunto claro. La candidatura de Trump logró dar vida a un conjunto de ideas y emociones que estaban latentes en la sociedad norteamericana, que parecían marginales, después del triunfo de Obama. Una personalidad controvertida que representa muchos de los antivalores explícitos de la sociedad norteamericana logró obtener la mayoría electoral en la elección presidencial.
De las mediaciones entre el «líder» y el «pueblo» se ha dicho poco en el caso de Trump. El presidente electo no ha criticado, hasta donde sé, a las instituciones políticas de su país. No ha mandado al diablo a los partidos, al congreso, o al poder judicial. Lo único notable fue su cuestionamiento al proceso electoral, si y sólo si, por supuesto, él no ganaba la elección. Pero es un punto a observar, o «la cuestión a observar». Los disparates de Trump se verán limitados o imposibilitados, primero por la realidad misma: son imposibles de realizar. Pero también por el diseño de las instituciones de su país, que están hechas, como cualquier estudiante de Ciencia Política sabe, para evitar que un mal político haga demasiado daño.
La ausencia de una relación clara entre los fines que el candidato propuso y los medios por los que busca alcanzarlos, caracteriza sin duda a la candidatura republicana en 2016. Propone crear empleos y dinamizar la economía norteamericana. ¿Lo logrará expulsando migrantes, construyendo un muro en su frontera sur, obligando a las empresas de su país a regresar a su territorio original? No se ve la relación. Las consecuencias de estos medios serían más bien contrarias al fin buscado. El voto por Trump no da la impresión de haber sido racional (en el sentido de adecuación de los medios a los fines) sino emocional.
Parece claro que estamos frente a un caso de populismo.