El tiempo en el cine
Por: Dr. Juan Carlos Reyes Vázquez
Profesor asociado de tiempo completo del Departamento de Ciencias de la Comunicación UDLAP
En Los poseídos, de Dostoievsky, Stravoguin y Kirílov conversan. Stravoguin dice «En el Apocalipsis el Ángel jura que ya no habrá tiempo». «Lo sé», responde Kirílov. «Es cierto, y está dicho con mucha claridad y mucha exactitud. Cuando el hombre haya alcanzado la felicidad, ya no habrá tiempo, porque ya no será necesario; es absolutamente cierto». Desconcertado Stravoguin pregunta, «¿En dónde lo pondrán?». «En ningún lado», dice Kirílov, «El tiempo no es una cosa, es una idea: se diluirá en la mente».
En el cine, el tiempo es una característica de inmenso interés. El tiempo de rodaje, el tiempo en pantalla, el tiempo cinematográfico, el tiempo al que se nos remite, el que pasamos sentados frente a la pantalla, o el que usamos para en todo aquello que nos ha mostrado y enseñado ese gran constructor de imaginario del siglo XX. Esta multiplicidad de posibilidades, de análisis del tiempo, son parte esencial de lo que entendemos como cine y, actualmente, a la luz de la digitalización, los cambios ontológicos que esta categoría sufre se presentan como una campo de necesaria reflexión.
Es claro que desde el inicio de la fotografía, incuestionable precursor del cinematógrafo, el potencial de la imagen depende justamente del poder de escenificar lo representado como inmóvil, de la imagen estática, como idéntica a sí, en cuanto al transcurrir del tiempo. El cine desde sus inicios ha deseado lo opuesto, otorgar movimiento a lo estático, aunque esto esté basado en una compleja simulación lograda por el número de cuadros por segundo que se proyectan y características fisiológicas de nuestro ojo. El tiempo en el cine puede aparecer como ordenado, desordenado, caótico, aleatorio, desarticulado, pero es imposible extraerlo de la ecuación: no hay cine sin tiempo, tanto dentro como fuera de la diégesis empleada.
Uno de los cineastas que más claro ha tenido esta relevancia fue el ruso Andrei Tarkovsky (1932-1986), para quien la materia prima esencial del cine no es la imagen, sino el tiempo. El director afirmaba que con la invención del cine «por primera vez en la historia de las artes, en la historia de la cultura, el hombre encontró el medio para imprimir el tiempo y, simultáneamente, la posibilidad de reproducir ese tiempo en la pantalla tantas veces como lo desease y repetirlo y regresar a él: adquirió una matriz de tiempo real». Para el director, el tiempo y la memoria van de la mano, no puede existir uno sin el otro. «Privada de memoria, una persona queda prisionera en una existencia ilusoria, fuera del tiempo, queda impotente para vincularse con el mundo exterior». Si alguien quisiera profundizar en el tema, personalmente recomendaría recurrir a tres obras de su genial filmografía: Andrei Rublev (1966), Stalker (1979) y Nostalghia (1983); así como el libro Esculpir el tiempo, editado por la UNAM, en donde el director reflexiona de manera extensa sobre el tema.
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