La peor manera de enseñar a los hijos a leer
Dr. Alfonso Montelongo Murillo
Depto. de Letras, Humanidades e Historia del Arte UDLAP
Muchos de de los padres y madres de familia están muy conscientes de la importancia que tiene una buena capacidad de lectura para el futuro académico de sus hijos, así como de que el número de niños entre 8 y 17 años de edad que leen por placer ha caído significativamente en los últimos años. Con frecuencia los medios electrónicos son culpados de distraer a los niños de los libros, por lo que tal vez no sea sorprendente que algunos padres han tenido la idea de usar el tiempo frente a la pantalla como incentivo para el tiempo frente a la página.
En Estados Unidos, por ejemplo, el sitio Reading-rewards.com fue abierto por padres que decidieron establecer un sistema por el que sus hijos tenían que ganar, leyendo, tiempo frente a la TV o la consola de juegos. El dispositivo electrónico de lectura Kindle Fire ahora incluye “Free Time”, una app que puede configurarse de modo que los padres requieran a sus hijos pasar cierto tiempo leyendo libros electrónicos antes de poder entrar a los juegos del dispositivo. Éstas son básicamente versiones electrónicas de un sistema de “domingo” o “mesada” creado por una colaboradora del sitio web Instructables: haciendo faenas en la casa, sus hijos ganan fichas que intercambian por tiempo frente a la computadora.
Pero aquí está el problema: leer no debería ser una faena. Las faenas son tareas que nadie quiere hacer pero tienen que hacerse. La vida está llena de ese tipo de actividades. Parte de ser adulto es aprender a aguantarse y hacerlas: otra cosa que los padres tienen que enseñar a sus hijos. A menudo hay que sobornar a los niños con un “domingo” u otro premio para que las hagan, porque los niños no piensan a largo plazo. No les importa si no lavan los platos hoy; mañana no habrá platos limpios porque mañana parece muy lejano.
Hacer que una hora pasada con un libro sea equivalente a lavar los trastes es enviar el mensaje de que leer es una tarea similar, que nunca será una fuente de placer. Uno puede terminar con hijos que han leído muchas horas, pero eso no los hará lectores. Hay una gran diferencia entre la lectura por obligación, sin alegría, y el tipo de lectura ávida, comprometida, que forma buenos estudiantes y ciudadanos reflexivos. Es difícil ser bueno en algo que no se disfruta.
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